Necesitamos volver a sentirnos como niños. Nos hemos tomado esto de la vida demasiado en serio. Algunos incluso, dejamos de reír. Pero no es necesario. La vida no es para eso.
No estoy hablando de ser un Peter Pan en nuestro mundo de Nunca Jamás. Peter nunca fue feliz, al meno, en la serie Once Upon a Time. Me refiero a recuperar nuestra ilusión. A volver a ver la vida como un juego. Como ese juego que te tomas muy en serio, si hace falta, pero que sabes que tiene un final y que el objetivo siempre fue disfrutar.
Nadie tiene pruebas de que deba ser de otra manera. ¿Acaso por tomarte las cosas más en serio obtienes mejores resultados? Para nada. La innovación, ese don tan preciado de la especie humana, no suele brotar de la seriedad. Más bien de vivir en el terreno de la ilusión y la posibilidad. Y ese terreno lo conocen bien los niños.
Yo nunca llegué a ser un niño de “verdad”. Siempre me tomé las cosas demasiado en serio y perdí la sonrisa bastante temprano. Pero recuerdo que soñaba. Recuerdo que tenía una gran ilusión y que veía el mundo lleno de posibilidades. Mi imaginación siempre fue mi vía de escape, aunque quizá me llevara demasiado hacia dentro para protegerme de mis miedos. No importa. Lo importante es que soñaba. Y vibraba. Aunque fuera corriendo a toda velocidad encima de mi imaginario Halcón Callejero (los ochenteros recordarán la serie), siendo el cantante de un grupo que yo mismo había creado o circulando a toda velocidad con mi BH como si fuera Aspar a punto de ganar su primer mundial. Podía estar triste, enfadado o tener miedo, pero pocas veces dejaba de soñar.
No sé cómo eras tú de niño, pero dudo mucho que no tuvieras la misma ilusión. La ilusión se va perdiendo pero la llevamos de serie. Luego con la edad, cada cual se monta su coraza.
Pero no tiene por qué ser así. La vida puede seguir siendo un juego que tengas ganas de jugar. No importa como vaya la partida, toda partida tiene un final. Así que no pierdas tu tiempo tomándote demasiado en serio el juego y empieza ya a disfrutar. Vuelve a ser un niño aunque ya no seas un chaval.
La innovación, las posibilidades, la evolución en la vida, requiere de toda nuestra ilusión y ganas de jugar. Volver a sentirte un niño es la jugada maestra para empezar a vivir de verdad.
Imagina que te permitieras empezar a hacer lo mismo que haces pero tomándotelo con la ilusión del que juega y disfruta jugando. ¿Qué cosas harías diferentes? ¿Qué cosas te permitirías disfrutar? Para empezar, estoy seguro de que perderías muchos de tus miedos porque, en un juego, ¿qué es lo peor que te puede pasar?
Sé que algunos están tan quemados y agotados, o tienen tanto miedo, que ni lo van a intentar. Pero apelo aunque sea a tu parte más racional. Si quieres que te vayan bien las cosas, ¿te van a salir mejor desde la seriedad y el miedo? ¿O desde el disfrute y la ilusión? Al margen de que conviene que te empieces a dar cuenta de que no controlas nada en tu vida, tomarte la vida demasiado en serio seguramente no te va a ayudar.
Tampoco te estoy hablando de volver a ser un niño como un modo de evasión o como una máscara hedonista que maquille tu dolor. Eso es más bien ser un adulto con disfraz. Volver a ser un niño es recordar que en el fondo de tu corazón sigues teniendo la misma llama que el día en que empezaste a respirar.
Cuando éramos niños abrazábamos el caos de la vida de forma natural. Quizá un día, movidos por el miedo, lo dejamos de abrazar. Pero ha llegado el momento de darnos cuenta de que vivir con miedo es estar muerto, aunque tengas todavía la capacidad de respirar.
Volver a ser niño es volver a sentir miedo pero atreverse a dejarlo pasar. Tomar los mandos del volante y jugar el juego de la vida, que parece que es el que nos ha tocado jugar.
Atrévete a ver la vida con la ilusión de un niño, aunque sea por un día, y experimenta lo que pasa. Como mínimo, verás brotar en ti una sonrisa. Como máximo, ni te cuento, no puedo ni imaginar tu potencial. Vuelve a vivir ese caos del niño que crece abierto a la posibilidad.
No vas a convertirte en Peter Pan, te lo aseguro, pero es probable que empieces a volar.
Photo by Alvin Mahmudov on Unsplash