Nuestros sentimientos funcionan como ese semáforo universal que nos va guiando en la vida, como ese juego de niños en que te guían hacia un objetivo con los ojos vendados.
Sirva la metáfora para señalar que estamos en esta vida con los ojos vendados. No observamos la gran verdad de nuestra existencia, aquello que verdaderamente somos, nuestra esencia conectada a la totalidad. Nos obnubilamos con la “realidad” que nos ofrecen nuestros sentidos, sin darnos cuenta de que lo que experimentamos es únicamente aquello que pensamos sobre esa realidad. Nuestros pensamientos son precisamente la venda que no nos deja ver. Nos los creemos tanto, que no dudamos de ellos. Y ahí dejamos de ver la realidad.
Sin embargo, formamos parte de un mecanismo universal dotado de una gran inteligencia colectiva. La vida nos guía en todo momento. Nuestro pequeño “yo”, identificado con sus pensamientos sobre él mismo y sobre el resto del planeta, no puede ver más allá de sus ideas, pero el semáforo universal de los sentimientos lo pone una y otra vez en su sitio.
Al margen de que me creas, pues ciertamente no tengo evidencias demasiado científicas, te invito a que empieces a ver tu vida como ese juego del “Frío, frío… Caliente, caliente…” y te dejes guiar por él. Observa cuándo tus sentimientos se sienten agradables o desagradables y con qué intensidad.
Te invito a comprobar que cuando sientes sufrimiento (esa energía incómoda que todos conocemos), en realidad es un aviso de la vida de que tus pensamientos no te están llevando hacia la interpretación correcta de lo que está pasando y, por tanto, te están dirigiendo hacia el camino equivocado.
Cuanto más sufrimiento, más alejado estás. Hasta llegar un punto en el que el sufrimiento es tan intenso que sólo puedes cambiar tu dirección (que es lo que el mecanismo universal va a lograr, lo quieras o no). En cambio, cuando el sentimiento se vuelve agradable y te llena de paz y satisfacción, es una excelente señal de que tus pensamientos están más alineados con el camino que el universo tiene preparado para ti.
La vida no juzga, tan sólo te avisa. Igual que tus amigos gritan “fresquito, frío, muy frío, congelado” o “tibio, caliente, ardiendo, quemando” y no pierden su sonrisa, porque saben que todo esto es un juego. Un día te quitarás la venda y te reirás por el camino andado. Al menos eso dicen los que un día despertaron del sueño.
Cómo te decía, no hace falta que me creas. Si te apetece, empieza a experimentar tu vida como el juego del “Frío, frío… Caliente, caliente…” y cuéntame qué tal los resultados.
Tú no ves el mundo: tu cerebro se imagina el mundo y lo compara con lo que le dicen los sentidos. Aquello que sientes te está hablando de la utilidad que tiene para ti lo que tu cerebro piensa.
David del Rosario – Investigador en neurociencia cognitiva y divulgador