El propósito está de moda. Cada vez más organizaciones se suman a la tendencia de intentar unir a sus empleados bajo un propósito inspirador que les lleve en la misma dirección. Autores como Simon Sinek, con su libro Empieza por el porqué, han hecho una gran labor dando a conocer la importancia del propósito en los individuos y las organizaciones como fuente de satisfacción personal y obtención de mejores resultados.
Sin embargo, aunque necesario, este enfoque del propósito no acaba de mostrar con claridad la verdadera esencia del propósito en el siguiente estadio evolutivo organizativo al que nos dirigimos. Un estadio que está emergiendo bajo la etiqueta Teal utilizada en el inspirador libro Reinventar las organizaciones de Frederic Laloux para sintetizar la esencia y las prácticas de un conjunto de organizaciones que parecen alinearse con el nivel “autorrealizado” de la famosa pirámide de Maslow.
Como coach de propósito y como fan confeso del libro de Laloux, siento la necesidad de volver una y otra vez a la esencia de qué significa el propósito a la luz de este nuevo paradigma organizativo. Un paradigma “in transitus” (es decir, todavía incipiente) abocado a la experimentación y a los errores pero cuyos resultados, en mi opinión, nos orientarán hacia las que serán las organizaciones del futuro. Organizaciones donde nuevas generaciones de seres humanos más “conscientes” y más conectadas con la vida que les rodea, podrán desarrollar sus capacidades y talentos, dejando atrás una era marcada por la mente planificadora y controladora que nos ha llevado a la desconexión con la vida y la integralidad de la que somos parte.
El propósito en este paradigma lleva asociado el adjetivo “evolutivo” y me gustaría compartir mis apreciaciones personales sobre lo que realmente significa este propósito evolutivo Teal, a modo de reflexión propia y espero que compartida.
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El propósito del propósito
En el paradigma Teal, la alineación con la llamada de la vida lo es todo. Las organizaciones, como los seres humanos, no son organismos separados de los demás. Somo seres vivos y, por tanto, somos parte de la vida. Como tales, danzamos en la danza cosmológica evolutiva en una interrelación perfecta con el resto de nuestro entorno. Un baile orquestado por una fuerza universal que nos empuja en un sentido que parece ir más allá de lo que nuestra mente humana puede imaginar. Lo siento, sé que suena muy espiritual pero hay que decirlo alto y claro a todos aquellos que anden en el camino Teal por si todavía no se han dado cuenta del lío en el que andan metidos, ejem.
Como todo baile, el camino Teal es un camino de confianza. Confianza en la vida y, concretamente en la vida que tenemos más cerca: el resto de seres humanos, el resto de seres vivos y, en definitiva, la naturaleza y el planeta. Pero también la confianza en el mecanismo de un engranaje mucho mayor que hace que dancemos y giremos en torno a miles de millones de estrellas en un universo del que no conocemos ni una pequeña parte pero del que no podemos dejar de observar su magnificencia e interrelación. A este mecanismo, algunos le llaman inteligencia universal, otros le llaman Dios y otros simplemente vida. Sea como sea, si estás leyendo esto, probablemente hayas sentido en tus carnes esa inteligencia universal que te hace respirar.
¿Cómo podemos, entonces, confiar y alinearnos con esa inteligencia universal? La propuesta del paradigma Teal es lanzarse a escucharla, ya que nos habla de muy diferentes formas pero siempre desde un punto de vista de “escucha interior” que poco tiene que ver con nuestra mente y mucho con nuestro corazón, por poner un nombre a ese lugar interno tan desconocido desde donde sale nuestra intuición y nuestra esencia más profunda.
Desde esta perspectiva, el propósito evolutivo nace de la escucha activa de esta llamada interior, ya sea individual o grupal, y es dinámica en las formas que puede llegar a adoptar. Se trata de escuchar esa sabiduría interna que nos sintoniza y nos indica el rumbo dentro del engranaje superior, llámese persona dentro de una organización u organización dentro de una sociedad/planeta.
Adentrarse en el propósito evolutivo tiene, por tanto, poco que ver con decidir cuál es nuestro propósito de acción basado en nuestro ego o en nuestro condicionamiento social sino más bien con la escucha de una llamada mucho más fuerte que nace de nuestro corazón para jugar nuestro papel como individuo o como organización en el juego de la vida. Algo que a nuestro pequeño “yo egoico”, encerrado en sus miedos y creyéndose separado del engranaje universal, le cuesta asumir. Y no quiero decir que nuestra mente sea «mala», sino que no parece ser el lugar desde el que podemos escuchar nuestro propósito, precisamente porque se ha convertido más bien en un mecanismo que nos separa cada vez más de nuestra naturaleza universal, todavía por descubrir en toda su complejidad.
Decidir vs descubrir
El propósito evolutivo Teal tiene, por tanto, un objetivo de escucha activa y descubrimiento más que de decisión planificada. Pero incluso los que nos consideramos cercanos a las ópticas Teal tendemos a vernos seducidos por nuestro ego y pensar que somos nosotros los que “decidimos” cuál es nuestro propósito y el de nuestra organización.
A mí me gusta más la palabra “descubrir” que “decidir”, pues se trata de quitar el velo a lo que ya está allí, cubierto por nuestras ideas y condicionamientos. Desde ese lugar de descubrimiento podemos observar aquello que la vida espera de nosotros, pues no somos más que una de sus piezas. Al observar, al dejar a un lado la parte más mental y controladora basada en el miedo, entonces descubrimos. La decisión se convierte así en una mera consecuencia: la acción que sigue a lo que se revela como obvio.
Tanto a nivel individual como a nivel grupal u organizativo, existe esa fuerza que surge cuando intentamos mirarla sin en el velo de nuestro ego. Es un proceso de juego, de rendición a tus ideas preconcebidas y tus miedos, de observación y disfrute, más que un proceso de decisión planificada basada en parámetros puramente mentales. En mi experiencia, cada proceso de búsqueda de propósito tiene una música diferente y, como música, se trata de escucharla, de disfrutarla, de sentirla y, quizá entonces, ponerla en un pentagrama. Es la diferencia entre los genios que dejan brotar la música en ellos o aquellos que intentan crear nuevas melodías copiando los acordes de moda. Al final todas las canciones del verano parece que suenen igual.
No se trata de un disfraz
Pero no nos llevemos a engaño. El paradigma Teal no nos ofrece técnicas para encontrar un propósito cuyo objetivo sea adaptarnos al entorno y mejorar nuestros resultados. Por supuesto que las hay y podemos utilizarlas. Pero adaptarnos al entorno y mejorar nuestros resultados es en sí mismo una señal de que estamos cumpliendo nuestro propósito evolutivo en vez de un objetivo. Si la propia supervivencia de la organización o la mejora de nuestros resultados se convierte en una intención en la sombra, en el fondo estaremos escondiendo la misma mentalidad planificadora y miedosa bajo una etiqueta Teal, lo cual no dejará de ser un bonito disfraz pero disfraz al fin y al cabo.
El paradigma Teal es la expresión natural de un cambio de consciencia llevada a las organizaciones y, sin este cambio, poco podremos avanzar. Puede ser que el cambio sea lento o parcial pero, sin duda, es necesaria una nueva mirada. Una mirada que nos recuerde que todos formamos parte de un todo mayor en el que estamos llamados a integrarnos para encontrar un equilibrio saludable entre las personas y con el resto del planeta.
Diferenciar un propósito “disfraz” del verdadero propósito evolutivo requiere valentía, pero promete una gran recompensa a las organizaciones que quieran adentrarse a descubrirlo. Esconder un objetivo de maximización de beneficios propios y autopreservación en un disfraz de propósito evolutivo probablemente servirá a corto plazo pero será difícil de mantener cuando la llamada de la organización empiece a guiarnos hacia caminos diferentes de los que dicta nuestra mente planificadora.
Estar dispuesto a escuchar lo que no se quiere escuchar
Lanzarse al propósito evolutivo requiere atreverse a escuchar lo que no se quiere escuchar. Estamos en un periodo “in transitus” en el que nuestra consciencia todavía está en un nivel basado en la planificación y el control, dominada por una mentalidad miedosa que nos separa los unos a los otros y que busca su protección en una falsa sensación de control. Pero esa misma mentalidad nos ha llevado a un punto crítico en el que intentar proteger nuestros propios intereses y maximizar nuestros beneficios, nos ha acercado a la destrucción del medio ambiente y al hastío existencial de muchos seres humanos.
¿Están las organizaciones dispuestas a aceptar que su propósito no puede dañar en absoluto al conjunto aunque eso impacte a su rentabilidad económica? ¿Están dispuestas a ayudar a otras empresas que persigan su mismo propósito u otro parecido, aunque esto les suponga quizá perder parte de sus ingresos? ¿Están dispuestas a aceptar que ha llegado su momento de desaparecer porque han dejado de cumplir el propósito y a sus miembros les esperan nuevas aventuras? ¿Están verdaderamente preparadas para poner el propósito evolutivo por encima de ellas mismas? En definitiva, ¿están listas para escuchar aquello que no quieren escuchar?
Sí, escuchar el propósito evolutivo puede parecer desafiante, pero en el paradigma Teal, el propósito se transforma así en una aventura de autodescubrimiento de nuestro lugar ideal en la cadena de la vida. Un descubrimiento de la forma más eficiente de poner nuestros dones y talentos al servicio del conjunto. Aprender, en definitiva, a confiar en que la suma de nuestros propósitos transforma el mundo a la vez que nos aporta el disfrute individual (el premio de brillar desde el servicio y la aportación de valor). La maximización de beneficios y la autopreservación de la organización pasan a un segundo plano cuando sabes que, haciendo lo que debes hacer, el resultado no es otro sino una mayor abundancia y felicidad para todos.
Esto no es ciencia-ficción
El propósito evolutivo es, en definitiva, un salto de confianza que parece de ciencia-ficción para muchos pero que unos cuantos pioneros hace tiempo que entendieron con mucha profundidad y llevan demostrando día a día con resultados notables, y no sólo a nivel de resultados económicos sino, principalmente a nivel de la realización de las personas que forman parte de la organización y del impacto que genera la organización en la sociedad.
Si una cosa ha aportado el libro de Frederic Laloux, ha sido el comenzar a mostrar que esta forma de entender las organizaciones no es una utopía sino una realidad palpable, retante y vibrante como la vida, pero muy real, con nombres y apellidos. Evidentemente, esto no ha hecho más que comenzar y, como todos los periodos “in transitus”, llevará consigo muchas luces y sombras, intentos y errores. Cada empresa avanzará a su ritmo en base a su nivel de consciencia y al tirón de sus “egos” y condicionamientos. Pero volver una y otra vez a la escucha de nuestro propósito evolutivo personal y grupal, sin duda, nos ayudará en nuestro camino. Como bien dice mi amiga Mónica Expositor Blasco, fundadora de la consultora valenciana Neomeraki y gran impulsora del movimiento Teal en España e Hispanoamérica, cada día hay más jóvenes deseosos de poner su talento al servicio de organizaciones con un verdadero propósito evolutivo. Sin duda, una gran noticia.
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