Una de las metáforas más maravillosas que he experimentado en mis últimas sesiones de coaching es la del “GPS”, por su capacidad para mostrar cómo tomamos decisiones.
Muchos de nosotros ya casi ni recodamos cuál fue la última vez que utilizamos un mapa en papel para llegar a nuestro destino. Personalmente me encantaba, era toda una aventura, pero seguramente estaréis de acuerdo conmigo en que el GPS es de bastante utilidad. Un sistema sencillo en el que indicas tu dirección y sólo tienes que preocuparte de seguir la siguiente indicación de giro hasta que, mágicamente, llegas a tu destino sin tener demasiada idea del camino que ibas a recorrer.
En nuestra vida como en nuestros viajes, tenemos un GPS con una capacidad infinitamente superior a Google Maps. No sólo te lleva a tu destino sino que te ofrece una funcionalidad de serie para cambiarlo hacia otro mejor que ni siquiera habías pensado. Y el caso es que muy pocos lo utilizan.
Fíjate bien. ¿Cuántas veces sabías hacia dónde querías ir en tu vida pero has dudado sobre la siguiente decisión que debías tomar? ¿Cuántas veces has tenido que tomar una decisión y has intentado ver todas las rutas hacia donde te dirigía esa decisión intentando ver cuál de ellas era la mejor? Tranquilo, es normal, la mayoría de nosotros lo hacemos así. Nos gusta pensar que con un buen mapa y nuestra estupenda orientación vamos a llegar a nuestro destino. La buena noticia es que, como bien dicen, todos los caminos llevan a Roma y la mala es que la mayoría de las veces que utilizamos mapas acabamos con un buen enfado (especialmente si viajamos en pareja…).
Sin embargo, todos tenemos un GPS de serie que nos permite tomar decisiones con facilidad escuchando simplemente las instrucciones de girar a la izquierda o la derecha. No importa si estás decidiendo cómo pagarás la factura de la luz o qué forma va a tomar el siguiente prototipo de producto que vas a diseñar, simplemente tienes que escuchar a tu GPS y seguir las instrucciones de girar a la izquierda o a la derecha. Al final siempre tienes delante de ti una única (y clara) decisión.
¿Verdad que con el GPS de tu coche no estás todo el rato mirando todas las calles por donde vas a girar para llegar a tu destino (vale, lo confieso, alguna vez también lo he hecho)? Sin embargo, con nuestro GPS interno, nos empeñamos una y otra vez en mirar todas las rutas que se abren al girar a la derecha o a la izquierda, como si pensáramos que podemos conocer absolutamente todas las posibilidades con nuestro maravilloso algoritmo mental basado en nuestra experiencia previa.
Te invito a darte cuenta de que tu algoritmo mental no tiene todas las rutas ni calcula demasiado bien el estado del tráfico. En cambio, tienes acceso a un GPS que no falla y siempre recalcula tu ruta (llámale Vida). Prueba a subirle el volumen (o mejor, baja el volumen a tus pensamientos) y concéntrate en girar a la izquierda o a la derecha cuando llegues al siguiente cruce. Deja al GPS que calcule el resto de la ruta.
¿Vas a seguir utilizando tus mapas mentales para tomar decisiones o vas a probar las funcionalidades de tu GPS interior?
Recuerda: tan maravilloso es utilizar tus mapas mentales, como tu GPS interior; simplemente decide cuál te hace disfrutar más del camino, que al final es lo único que importa.
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